Se suele decir que el primer paso en el proceso creativo es la «INSPIRACIÓN». Pero por valiosas que sean estas inspiraciones y por difícil que pueda ser tenerlas cuando uno se lo propone, la verdad es que, como dice Abraham Maslow, son pura pacotilla. Mucho más difícil es la segunda etapa de la creatividad, obtener algún resultado de esa inspiración, súbita, lo cual, ante todo, requiere tiempo.
Éste es el motivo de que la mayor parte de las ideas inspiradas caigan al polvo que cubre el camino de las intenciones inspiradas. Sin duda habrá tenido usted la experiencia exasperante de ver que otra persona se hace famosa y rica al dar con una idea que usted tuvo años atrás.
La diferencia está en que mientras esa persona se tomó el tiempo necesario para poner en práctica su idea, usted no lo hizo.
Probablemente tenía sus razones para no hacerlo. La segunda etapa está llena de escollos, muchos de los cuales tienen que ver con el tiempo. Es evidente que los grandes logros creativos exigen adiestramiento o educación, alguna clase de aprendizaje.
Es posible que una persona sin experiencia artística se coloque ante una tela y pinte espontáneamente una obra maestra? Si su respuesta es afirmativa, entonces altere la pregunta para que encaje en su propia experiencia, sea la que fuere. ¿Acaso un nuevo empleado podría ocupar el puesto que usted tiene y hacer su trabajo de una manera radicalmente imaginativa? Probablemente no.
Detrás de casi todas las obras de imaginación hay mucho trabajo paciente, como expresó tan gráficamente Thomas A. Edison con su famosa frase de que una hazaña genial consiste ‘en un 99 % de sudor y un 1 % de inspiración‘.
O, como dice Maslow, la segunda etapa de la creatividad «depende mucho del trabajo duro, de la disciplina del artista, que puede pasarse media vida conociendo sus herramientas, sus habilidades y sus materiales, hasta que por fin está preparado para la expresión plena de lo que ve…».
De manera similar, la novelista Doris Lessing ha dicho que la cualidad más valiosa para un aspirante a escritores es la perseverancia y el novelista Kurt Vonnegut, hijo, dijo en una entrevista concedida a Paris Review que «en una clase de escritura creativa formada por veinte personas, en cualquier lugar de Estados Unidos, seis estudiantes tendrán un talento sorprendente, y dos de ellos puede que lleguen a publicar algo a la larga. Se distinguirán por su perseverancia… No esperarán pasivamente a que alguien les descubra, sino que insistirán en que les lean».
Maslow sigue diciendo: «La diferencia entre la inspiración y producto final, por ejemplo ‘Guerra y paz‘, de Tolstoi, es una tren da cantidad de duro trabajo, muchísima disciplina, ejercicios de dedos, prácticas y ensayos».
Y, sin embargo, es característico de un maestro hacer que una tarea compleja no parezca haber requerido ningún esfuerzo. Ésta es otra razón por la que tendemos a pasar por alto los largos días de duro trabajo que pusieron los cimientos de éxito.
En su libro The Complete Problem Solver (1981), el Doctor Haye examina las vidas de varios compositores a fin de tener una idea del tiempo que se requiere para producir las grandes obras.
Por medio de un gráfico en el que situó el número de obras producidas al año por setenta y seis compositores a lo largo de su vida profesional, observó que, por término medio, los compositores no empiezan realmente a crear hasta que llevan unos veinticinco años de adiestramiento.
Esta necesidad de un largo tiempo de práctica para lograr la excelencia se da en la mayor parte de los campos creativos. Edison tardó trece años en perfeccionar el fonógrafo, ¡y sólo se permitía cuatro horas de sueño cada noche!
Hayes dice que el premio Nobel, Herbert Simon, dedicó unas 100 horas semanales a su campo económico…, y hay que tener en cuenta que la semana sólo tiene 168 horas. Simon puede trabajar más horas a la semana que la mayoría, pero Mayes señala que los profesores de la universidad de California dedican una media de 60 horas semanales a su trabajo de enseñanza e investigación.