Winston Churchill fue un buen aficionado a la pintura, lo que le hubiera bastado —según opina Picasso— para vivir holgadamente.
Durante unas vacaciones en Italia, un periodista le preguntó:
— ¿Qué opinión tiene usted de Picasso?
—Me parece un excelente pintor —respondió Churchill.
—Pues creo que él no tiene de usted tan buena opinión.
—Puede ocurrir que ambos estemos equivocados.