3 «POSICIONES PELIGROSAS» DESDE LAS QUE SOLEMOS ESCUCHAR

«La sabiduría es la recompensa por pasar la vida escuchando,
cuando uno hubiera preferido hablar».
Anónimo.

«Posiciones riesgosas» desde los que escuchamos, según una clasificación de Lou y Francine Epstein:

1- Consejeros

Suponemos que cuando el otro nos habla está esperando que lo asesoremos, aconsejemos o le brindemos algún tipo de ayuda. Entonces, mientras nos va contando su historia, tratamos a toda velocidad de encontrarle a lo que nos plantea una solución, que disparamos apenas termina. Esto, lejos de ayudarlo, lo descoloca. Le genera un sentimiento de ineficiencia e incompetencia por no haber «sabido» actuar mejor cuando la solución parecía haber sido tan sencilla.

Desde el momento en que nos creemos con derecho a aconsejar al otro nos ubicamos en una posición de superioridad respecto de él, adoptamos una actitud de soberbia. Esto lo coloca automáticamente en un plano de inferioridad y debilidad que aumenta su inseguridad y angustia. Por otro lado, la solución que le ofrecemos no le sirve porque la elaboramos desde nuestro lugar y no desde el suyo, desde nuestra particular historia personal y no desde su sentir y desde sus vivencias específicas.

Puede pasar también que al otro contarnos su historia entremos nosotros por analogía en el desarrollo de una situación nuestra y le contemos después qué hicimos en ese caso, dándole una solución que no es válida para él y yéndonos del tema directamente.

2- Víctimas

Cuando alguien empieza a contarnos algo, comenzamos a procesar en paralelo cómo va a afectarnos eso que nos está diciendo, qué consecuencias va a acarrear en nuestro ascenso o carrera, en qué medida nos va a «serruchar el piso”. Este mecanismo suele dispararse cuando nuestro jefe nos comunica algo que va a modificar nuestras condiciones vigentes de trabajo o cuando nos informa sobre un nuevo proyecto o un nuevo sistema. Y por supuesto se agrava en el contexto de las relaciones familiares. Se da, por ejemplo, en una conversación en la que el padre de familia hace alusión a cambios que conciernen a su patrimonio y que afectan por eso a la herencia familiar o en un diálogo entre marido y mujer en el que el esposo comunica medidas que atañen a los bienes comunes.

Es el mecanismo que más contamina nuestra escucha porque nos inserta en el territorio de nuestros temores, dudas y angustias. Por ir tras el «rollo» que nuestro miedo e inseguridad nos disparan, dejamos de dedicarnos a escuchar. Y desde ya que este comportamiento se acentúa cuanto más estrecho es el vínculo que nos une al otro.

3- Jueces

Escuchamos al otro desde una postura crítica, para aprobar o desaprobar lo que dice, para juzgar o para emitir una opinión. Mientras el otro habla, vamos repasando toda la información que tenemos almacenada en nuestros archivos y vamos chequeando si la contraría o no, si se corresponde o no con nuestras creencias, vamos tildando a cada minuto.

El problema es que así no nos permitimos escuchar alternativas, enfoques y conceptos que pueden llegar a enriquecernos; nos inhibimos y limitamos. No dejamos que nadie aporte algo diferente, no le damos entrada real a nada ni a nadie distinto. Sólo verificamos si lo que estamos escuchando coincide o no con lo que ya sabemos. Volvemos a colocarnos en un plano de superioridad respecto del otro y sólo nos limitamos a efectuar una confrontación de visiones, valores y estilos que interfiere con el proceso de escucha real. En síntesis, nos quedamos atados al pasado sin permitir que la escucha alimente nuestro futuro.

 

Salidas desde cada «posición de escucha«

1- Consejeros

Hay dos actitudes que pueden ayudarnos a salir de la encrucijada. Una es calmar la ansiedad que nos provoca querer encontrar soluciones a toda costa por presumir que eso es lo que el otro espera de nosotros cuando nos cuenta algo. Equivocadamente creemos que de no hacerlo estamos demostrando desinterés, no nos estamos involucrando.

La otra es entender que significa verdaderamente ayudar al otro. Ayudar al otro implica escucharlo solamente, aceptándolo y respetándolo, dejando que explore, pruebe e intente por sí mismo. Escucharlo en ese momento no para decirle que debe hacer sino para que pueda sacar, expresándose, sus propias conclusiones.

Hablar le permite escucharse, salir del «rumiado interno» del problema para procesar el tema a veces hasta encontrar la solución. Nosotros lo asistimos dándole ese tiempo.

2- Víctimas

Para evitar caer en esta actitud de escucha en la que en realidad no estamos escuchando al otro por ir tras nuestras propias preocupaciones, comenzamos por «pescarnos» cada vez que nos estamos apartando del tema. Y hacemos un esfuerzo por concentrarnos en lo que el otro nos está queriendo transmitir o proponer, intentamos escucharlo realmente poniendo toda nuestra atención en sus palabras.

Por otro lado, pasado el momento en que el otro nos está hablando, es bueno y necesario que reconsideremos todo lo que esta interacción nos disparó. Tenemos una posibilidad importante de enriquecernos si analizamos lo que se nos cruzó por la mente, toda la movilización que nos produjo, y reflexionamos en profundidad pero en el momento oportuno.

Este ejercicio es valiosísimo, porque lo que con mayor frecuencia está en la base de los conflictos es haber dejado de escuchar lo que el otro quería decirnos por habernos internado en nuestros propios «rollos». Y desde ese lugar después llegamos hasta el extremo de poner en boca del otro nuestros pensamientos e interpretaciones disparados en paralelo. El conflicto nace acá, en el momento en que escuchamos y a la par no escuchamos. Y justamente, lo importante en estos casos es sostener la calma y el aquietamiento interno.

 3- Jueces

Si partimos de la idea de que somos en cierta medida superiores al otro, no puede darse una escucha verdadera. Solamente adoptando una actitud de auténtica humildad, de paridad respecto del otro, «democrática» si se quiere, estaremos en condiciones de escucharlo y enriquecernos con lo que tenga para aportarnos.

Escuchando desde la conciencia de la propia ignorancia

Si graficáramos el universo de nuestro conocimiento, veríamos que lo que sabemos que sabemos ocupa sólo una mínima porción; otro sector también reducido corresponde a lo que sabemos que no sabemos: estamos al tanto de que existe la física cuántica o la metafísica, pero no sabemos mucho más de ellas. El área más importante, sin embargo, la ocupa todo ese conocimiento que ni siquiera sabemos que no sabemos.

Si pudiéramos escuchar desde esta postura, si tomáramos conciencia de que es tan poco lo que sabemos frente a lo que desconocemos, seríamos tanto más ubicados al hablar y tanto menos soberbios al escuchar. La gente, cuanto más sabe, más humilde tiende a ser y más preparada suele estar para darle entrada a cualquiera que le hable, incluso a aquel que supuestamente es menos preparado.

La actitud de escucha real parte del no creernos dueño de toda la verdad. Es tan poquito lo que podemos considerar que sabemos, que nos relajamos, nos abrimos y nos paramos frente a cualquier interlocutor como ante alguien que nos puede ofrecer la punta de un ovillo de cualquier tema importante: nunca sabemos cómo el otro puede ayudarnos a encontrar respuestas clave para los diferentes planos de nuestra vida.

(Autor/Recopilador: Abel Cortese – eledicto.com)