Fue sin duda el Edicto más importante de la historia. Su efecto dura decenas de siglos, y tuvo y tiene consecuencias políticas, sociales, religiosas, geográficas, culturales e incluso científicas. Configuró (y lo sigue haciendo) buena parte del planeta.
Tras tener una visión y convertirse al cristianismo, el emperador Constantino emitió el Edicto de Milán, que en el año 313 d.C. legalizó esta religión en todo el imperio.
Para entonces, este culto estaba muy extendido; de hecho, apenas unas generaciones después del Edicto, había sustituido ya al paganismo como credo oficial del Imperio Romano.
En el curso de cuatro siglos, el cristianismo había pasado de ser una fe ilegal, seguida por un puñado de judíos descontentos, a convertirse en una religión imperial.
El Imperio Romano cayó en el siglo V d.C., pero el cristianismo siguió extendiéndose por Europa y se convirtió en la fe que unificaba el continente.
La Iglesia Católica Romana sigue teniendo su epicentro en la Ciudad del Vaticano, en Roma, a unas manzanas de distancia de las ruinas del Coliseo, donde las antiguas autoridades romanas echaban, en su tiempo, cristianos vivos a los leones.