UN APORTE DE LA PSICOLOGÍA PARA PROFESIONALES DEL DERECHO

Cuando un individuo describe la realidad suele cometer un error: confunde los hechos reales con su personal manera de interpretarlos. Pero no es lo mismo. Una situación externa produce en nosotros una “charla interior” mediante la que nos explicamos lo que estamos viviendo.

Esa “autocharla”, que elaboramos de forma automática y, por lo tanto, casi imperceptiblemente, es la que provocará la emoción con la que más tarde catalogaremos la realidad vivida.

Sin embargo, muchas veces introducimos distorsiones en nuestra conversación interior. Son los pensamientos distorsionados. Como resultado, surgen a menudo emociones negativas ante hechos banales que no deberían habernos afectado. También puede ocurrir que interpretemos los hechos de manera positiva (aunque no lo sean tanto) y, como consecuencia, nos instalamos en una emoción agradable pero ilusoria. Este sería el típico caso en el que no nos damos por aludidos.

Resulta evidente, por lo tanto, que nuestras sensaciones son mucho más subjetivas de lo que pueda parecer. Entonces, una correcta charla interior puede hacernos la vida mucho más fácil. Y, por el contrario, la acumulación de pensamientos distorsionados puede sumirnos en una tensión y un sufrimiento innecesarios.

Aarón Beck y Albert Ellis comenzaron a hablar, ya en 1961, de 15 tipos de Pensamientos Distorsionados. Aunque estos Pensamientos Distorsionados están encuadrados en lo que hoy conocemos ·Terapia Cognitiva (los ejemplos de esta nota así lo demuestran), algunos de ellos son especialmente interesantes para tener en cuenta cuando se realizan -o se tienen que refutar- ARGUMENTOS de tipo jurídico.

Estos son los 15 PENSAMIENTOS DISTORSIONADOS más comunes:

1. FILTRAJE

Se suele comparar gráficamente con una visión de túnel. La persona que tiende a utilizar los pensamientos de filtraje extrae, de una determinada situación, un detalle negativo que anula todos los demás componentes de la realidad. El conjunto de la situación queda teñido por ese detalle. Lo demás no importa. Se tremendiza un evento desposeyéndolo de todas sus connotaciones positivas. Además, la persona que filtra la realidad, suele filtrar también su pasado.

Un ejecutivo entrega a su jefe directo el informe que éste le había solicitado. Su superior lo lee y le comenta que le ha parecido perfecto y muy detallado. Sin embargo, añade que le gustaría que la próxima vez lo elabore más deprisa. El ejecutivo sale del despacho de su jefe desesperado; cree que lo ha hecho todo mal porque debería haber sido más rápido. Pasa por alto todos los elogios que le han dedicado. Está filtrando la realidad.

2. PENSAMIENTO POLARIZADO

Se tiende a percibir cualquier cosa de manera extremista. No existen términos medios. Todo es blanco o negro, bueno o malo. Las personas que piensan de forma polarizada fracasan en todas las gamas de gris y, por lo tanto, oscilan entre emociones extremas. El mayor peligro reside en que las persona aplica estos criterios para juzgarse a sí misma. Si no es brillante, entonces sólo podrá ser imbécil. Si no tiene éxito es un fracasado. No hay lugar para la explicación o la mediocridad.

Una mujer estaba decidida a ayudar a su compañero a salir de una depresión. Quería mostrarse siempre positiva, irradiar alegría. Cuando estaba un poco nerviosa o negativa, empezaba a pensar que era débil, se disgustaba consigo misma y se sentía inmediatamente fracasada en su tentativa de ser un apoyo beneficioso. Estaba polarizando, ya que no se permitía ni una sola flaqueza.

3. SOBREGENERALIZACION

Se extrae una conclusión generalizada de un solo incidente o evidencia. Una experiencia desagradable significa que en una situación similar se repetirá, necesariamente, la misma experiencia. Las sobregeneralizaciones suelen expresarse en forma de afirmaciones absolutas (nadie, nunca, todo, siempre…), como si existiesen leyes inmutables capaces de manejar nuestra vida. Aplicada a la percepción de sí mismo que tiene el sujeto, la sobregeneralización provocará que, ante situaciones negativas, éste saque conclusiones basándose en una o dos evidencias, ignorando todo lo que se sabe de sí mismo que pueda contradecirlas.

A Pablo lo ha dejado su novia. Está desesperado y piensa que nunca nadie lo querrá lo suficiente. Olvida que, anteriormente, ha mantenido otras relaciones e, incluso, ha sido él quien ha abandonado a su pareja en ocasiones. Pablo está sobregeneralizando.

4. INTERPRETACIÓN DEL PENSAMIENTO

Consiste en imaginar lo que otras personas piensan o sienten y otorgar a las conclusiones propias categoría de verdad. Parecen verdades, pero no hay nada que pueda probarlo. Las personas que interpretan el pensamiento creen saber, también, qué es lo que los demás piensan sobre ellas o sienten hacia ellas. Proyectan sus sentimientos y reacciones en los demás, basando sus conclusiones sobre estas conjeturas sin detenerse realmente a averiguar lo que realmente pasa por la cabeza de los otros. No se dan cuenta, en definitiva, de que todos somos diferentes y, por lo tanto, reaccionamos de diferente manera a un mismo acontecimiento.

Un ejemplo: Carmen cree que su plan puede mejorar el rendimiento del departamento que supervisa en su empresa. Antes de llevarlo a cabo, sin embargo, prefiere consultarlo con sus superiores para saber su opinión. Su jefe la escucha atentamente y, cuando concluye sus explicaciones, le dice: “Me parece bien. Haz lo que creas conveniente”. Carmen piensa: “No se ha entusiasmado en absoluto. Me ha dado una respuesta neutra para no ofenderme, pero no me cree capaz de realizar ninguna mejora”. Carmen ha interpretado a su manera las palabras de su jefe y, con eso, ha tenido suficiente.

5. VISION CATASTRÓFICA

La imaginación de una persona catastrófica no tiene límites. De cualquier pequeño indicio extrae una conclusión desastrosa. Cualquier señal es válida para que una imaginación de estas características construya mentalmente una hecatombe. Si le duele la cabeza, pensará que tiene un tumor cerebral. Si ve un reportaje sobre la cocaína, pensará que su hijo se droga. Los Pensamientos catastrofistas suelen comenzar con la expresión “Y si…”

Un ejemplo: Andrés y Juan son muy amigos desde hace muchos años. Aunque no se pueden ver todo lo que quisieran, se llaman por teléfono muy a menudo. Una semana Andrés tiene mucho trabajo y no llama a Juan. Juan inmediatamente se imagina que su amistad está haciendo aguas. “¿Y si ya no le intereso?” piensa.

6. PERSONALIZACIÓN

Estos individuos relacionan todo lo que ocurre a su alrededor consigo mismos, como si todo acontecimiento externo fuese una reacción hacia ellos. Además, convierten cada momento en una ocasión propicia para autoanalizarse. Se comparan constantemente con los demás y se cuestionan a sí mismos a través de esa comparación. Continuamente miden su valía. Si salen bien parados, se sienten aliviados y triunfantes. Pero si la comparación no les favorece, cosa que suele ocurrir, se sienten humillados.

Un ejemplo: “Cuando Carolina habla, todo el mundo le presta atención y ríe sus gracias. Sin embargo, cuando yo lo hago la gente se aburre. Ella es mucho más simpática que yo”, piensa Laura.

7. FALACIAS DE CONTROL

Existen dos formas de deformar el control que una persona tiene sobre su entorno. La primera de ellas  convierte al sujeto en impotente  y controlado desde el exterior. La segunda en omnipotente y responsable de todo lo que sucede a las personas que le rodean.

La persona que se siente controlada se bloquea. Cree que no tiene el poder de construir su propia vida ni de influir en su entorno. Se siente indefensa, a merced de las decisiones ajenas. Los demás son responsables de sus fracasos y su sufrimiento. Es una víctima pasiva, que no comprende que, en realidad, está tomando decisiones constantemente. Olvida que, en gran medida, cada uno es responsable de lo que ocurre.

La persona que se cree responsable de todo cuanto acontece a su alrededor siente que lleva el peso del mundo sobre los hombros. Todo depende de ella y, como consecuencia, cualquier negligencia suya influirá negativamente en los demás. Siente que debe satisfacer todas las necesidades ajenas y, si no lo hace, se siente culpable. Estas personas se caracterizan por una fuerte sensibilidad hacia los demás. Son personas protectoras que, sin embargo, tienen una visión exagerada de su propio poder para “salvar” vidas ajenas y se sienten destinadas, ellas y no los demás, a llevar a cabo tan titánica tarea.

Un ejemplo: “Mis empleados se limitan a cumplir su horario. No se implican. En unos meses nos habremos hundido y yo no puedo hacer nada por evitarlo. No hay remedio”. Esta persona ha decidido sentarse a esperar que los demás arruinen su vida. No es consciente de que está en su mano hacer que las cosas cambien.

8. FALACIA de JUSTICIA

Consiste en querer aplicar las rígidas normas legales y contractuales a algo tan caprichoso como las relaciones interpersonales. Es decir, se pretende establecer qué es lo justo en cada caso. Elevar al rango de justicia lo que uno espera, necesita o desea obtener de los demás. Obviamente, es imposible, ya que cada persona tiene su propia idea de justicia y es imposible llegar a un acuerdo.

Los sujetos que hacen uso de la falacia de justicia se sienten en guerra constante con su entorno, permanentemente frustrados y desilusionados. No comprenden que cada uno ve las cosas a su manera y, además, todos podemos cometer errores. La construcción mental propia de este pensamiento distorsionado es una frase condicional: “Si me quisiera, hubiese comprendido que en ese momento lo que yo necesitaba eran unas cuantas palabras de ánimo, no reproches”.

9. RAZONAMIENTO EMOCIONAL

Las emociones no tienen validez por sí mismas. Son productos del pensamiento humano, personales e intransferibles. Las personas que razonan emocionalmente creen que lo que sienten sobre sí mismos  y los demás ha de ser verdad. Sin embargo, una persona que tiene pensamientos deformados (cualquiera de los aquí expuestos) también sentirá, en consecuencia, emociones distorsionadas.

Un ejemplo: “He decidido no volver a colaborar con su empresa. Cuando me encuentro con ella para comentar cualquier proyecto, me siento atemorizado. Estoy seguro de que hay algo peligroso en el asunto”. Puede que esta persona esté en lo cierto (por aquello de la intuición; sin embargo, todos sabemos que existen individuos con carácter fuerte y lengua incisiva que pueden asustar a personas más, digamos, delicadas.

10. FALACIA DE CAMBIO

La única persona a la que podemos tener esperanzas de cambiar es a nosotros mismos. Pero es muy común que creamos que, a base de presión y perseverancia, podremos también cambiar al vecino. Depositamos en otro nuestra esperanza de felicidad, estamos seguros de que si actuase de tal o cual forma todo iría sobre ruedas. La persona a la que queremos “convertir” no sólo sigue como siempre, sino que es probable que se sienta presionada e incómoda.

Un ejemplo: “Está tan obsesionado con sus exámenes que apenas tiene tiempo para hablar conmigo. Yo intento convencerle de que necesita tomarse un respiro, charlar y relajarse. Intento hacerle ver que esto no es vida”. Aparentemente, esta persona quiere modificar los hábitos de la otra por su bien; pero, en realidad, sólo intenta cambiarla en su propio beneficio.

11. ETIQUETAS GLOBALES

Consiste en emitir un juicio negativo global acerca de determinado ente (persona, colectivo, empresa, etc.) o situación, generalizando una o dos cualidades de la misma y omitiendo todas las demás. Estas etiquetas pueden contener algo de verdad pero no la verdad absoluta, puesto que se ignoran evidencias contrarias al juicio que pretendemos demostrar.

Algunos ejemplos de etiquetas globales son: “Los musulmanes son unos fanáticos”. “El otro día no quiso llevarme en coche a casa. Es un perfecto egoísta”. “Las empresas constructoras ahorran en todo lo que pueden. Les importa poco la seguridad del ciudadano”.

12. CULPABILIDAD

La culpabilidad se puede expresar de dos maneras diferentes. Algunas personas tienden a considerar a los demás culpables de todo cuanto acontece. En cierta forma, delegan en los demás y se liberan de la responsabilidad de expresar sus necesidades, decir que no o tomar sus propias decisiones.

Otras personas, en cambio, dirigen todos los sentimientos de culpa hacia sí mismas. Se reprochan cualquier error y están permanentemente dispuestas a equivocarse. Son culpables de todo cuanto sucede en su entorno.

Un ejemplo: “Soy demasiado emotiva. Todo lo arreglo con un drama y, poco a poco, le estoy destrozando la vida. Terminará por deprimirse y yo no podré personármelo».

13. LOS “DEBERÍA”

El sujeto que establece esta distorsión cree que las personas deben comportarse con arreglo a unas reglas inflexibles. Esas reglas son consideradas correctas por definición y cualquier adaptación personal es errónea e inconsecuente. Este individuo no sólo juzga el comportamiento ajeno, según estas reglas, sino también el suyo propio. Se siente obligado a comportarse con lo establecido, pro nunca se cuestiona si realmente tiene sentido. Sin embargo, la lista de los “debería” suele ser irracional e inalcanzable.

“Debería mostrarme siempre generoso cuando los demás me necesiten, mantenerme sereno ante todas las contrariedades y llegar a entender el porqué de cada cosa. Es la única manera de llegar a ser una buena persona”.

14. TENER RAZÓN

Todos hemos escuchado alguna vez la expresión “siempre quiere tener razón”. Efectivamente, existen personas que necesitan probar continuamente que su punto de vista es el correcto. Estos individuos están permanentemente a la defensiva y no tienen ningún interés por conocer otras verdades. Nunca se equivocan. Estas personas, además, no suelen modificar su manera de ver las cosas, ya que rechazan cualquier nueva información. Cuando algo no encaja en su visión del mundo, simplemente lo ignoran.

“No me importa lo que opines al respecto. Era la única manera de solucionarlo y lo volvería a hacer así si pudiese volver atrás”.

15. FALACIA DE LA RECOMPENSA DIVINA

Algunas personas se comportan tan “correctamente” porque esperan ser recompensadas algún día. Se sacrifican constantemente porque sienten que, de alguna manera, están acumulando puntos y, por tanto, merece la pena hacerlo. Sin embargo, terminan por sentirse resentidas porque nunca se han planteado qué es lo que realmente quieren hacer… y el premio que supuestamente merecen nunca llegan.

“He trabajado duramente toda mi vida para dar a mis hijos aquello que a mí nunca me dieron. Ellos sólo han sabido agradecérmelo con desprecios y disgustos”.

(Autor/Recopilador: Abel Cortese – eledicto.com)